Francia: La Torre Eiffel

GM SHOW estuvo en la Torre Eiffel en París y luego tomó un ferry y a través del Canal de la Mancha arribó al sur de Inglaterra, más precisamente Canterbury. Una experiencia única. La llegada a la Torre, la vista panorámica e imponente a 300, 400 y 500 metros. De día con el cielo plomizo. Luego acercarse y contemplar al lado esa mole de hierro. Luego el ascenso todo regustrado por la cámara. La vista aérea a medida que se subía, los nervios de la gente, el temor de algunos, el vértigo de unos pocos. La parada en los dos niveles de altura. LLegar hasta arriba de todo y ver un paisaje extraordinario, todo París desde los trescientos noventa metros de altura. Luces, sombras, contrastes y la emoción de estar en la cumbre de uno de los atractivos turísticos más emblemáticos de Europa y del mundo. Luego el descenso en plena noche y la nueva imagen contrastante a la de la subida. Una Torre Eiffel iluminada con miles de lucecitas , varias de las cuáles se prendían y apagaban. Seguir transitando por la velada parisina y volver a observar a esa mole de hierro otra vez pero desde unas ocho cuadras, tan tremenda como cuando estaba a centímetros. Luego hacer una parada y sentarse en la Plaza principal. Luna llena, un cantante, un músico y de fondo la Torre iluminada. Daba ganas de detener los relojes. Pero se esfumó, fue una noche, un encanto, algo mágico. Luego al otro día el puerto de Calais al norte de Francia y zarpar por ferry rumbo a Inglaterra a través del Canal de la Mancha. Ferry que no era otra cosa que un barco de ocho pisos. Mucho recorrido por dentro, poco por fuera por la gran ventolina externa. Luego de dos horas el arribo a la costa inglesa con una particular piedra blanca única en el mundo. Un breve trayecto y el arribo a la primera ciudad en territorio inglés: Canterbury. Chiquita, antigua, pintoresca y atractiva. Un tiempo de paseo por sus calles y edificios para empezar a tomarle el pulso a la tradición sajona y a sus habitantes. A posteriori la marcha hacia la Capital.